Ya sabíamos, desde finales del 2019, que en cuestión de bodas, la tendencia en el 2020 apuntaba a la individualidad, a organizar tu boda teniéndote más en cuenta a ti, a tu pareja, a vuestro relato y menos a las modas y dictámenes externos. Y con la curva sorpresa que tomó el 2020, este concepto ha cobrado más sentido que nunca.
En pocos meses, muchas cosas han evolucionado muy rápido: la tecnología se ha convertido en nuestra mejor aliada, hemos mudado conceptos antiguos y hemos adaptado a nuestra vida conceptos no tan nuevos, pero a los que no le prestábamos la suficiente atención… Y así, de repente, caemos en la cuenta de que, así como ha cambiado nuestra forma de vivir, ha cambiado, también, nuestra nueva forma de consumir.
Nos hemos vuelto, en su mayoría y afortunadamente, consumidores conscientes y responsables. Nos hemos vuelto más selectivos, creemos en el “menos y mejor” y todo esto se ha reflejado en la nueva forma de hacer las bodas.
Plasmar la individualidad de la pareja con el objetivo de contar su historia ha tomado toda la relevancia.
Hemos regresado a las celebraciones familiares, a las ahora llamadas Bodas Petite que detallan el relato de los novios de forma coherente y auténtica con los tiempos que vivimos, con nuestro entorno, con nuestros valores renovados y con nuestra comunidad.
Las bodas aspiracionales ya han quedado muy atrás y hemos vuelto a recordar que solo se trata de amor, pero AMOR en mayúsculas.
Amor por nuestra pareja, por nuestras familias y amigos, amor por nuestros valores, amor por nuestros principios, amor por el producto o servicio que consumimos, amor por el proceso del mismo, por el origen de los ingredientes, por su proceso de elaboración, por el trato y condición de las personas implicadas, por el uso responsable de los recursos.
Amor por el consumo local, por resaltar la identidad del lugar escogido para casarnos, amor por lo propio, amor por los pequeños detalles versus la opulencia y exageración de otros tiempos. El amor nos ha vuelto más conscientes, más íntimos, más reflexivos, más personales, más sustentables…
Y así como nosotros somos son nuestras bodas.
Qué mejor manera de vivir la plenitud de ese día, sintiendo que regresas parte de lo que te ha sido dado, agradeciendo la capacidad de amar y ser amado, tener la bendición de poder estar rodeado de tus personas más queridas, y compartir con ellos todos tus dones…
Porque, no lo olvidemos, las bodas, siempre se tratan SOLO de amor.
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