El ser humano, entre muchos dones, tiene la fortuna de atesorar el don de la palabra y subestimar su poder, además de darle patadas al diccionario (tema que da para otra columna) es de las peores cosas que podemos hacer.

Todo lo que decimos importa y la forma en que lo decimos, importa todavía más.

¿Puedes sentir la diferencia entre “¡Qué milagro!” a “¡Me da mucho gusto verte!” cuando llegas a una reunión?

¿Se siente distinto el “bailas pésimo” a “Oye, ¡bailas mal muy bien!”? Hasta te ríes, ¿no? Las palabras son virtudes, y las virtudes son palabras de acción.

Todo lo que decimos tiene un impacto en los otros. Por eso, atesorar el don de la palabra conlleva una gran responsabilidad.

Las palabras son semillas que, a la larga, dan su fruto. Cuando hablas, le das vida a lo que piensas y dices, y si lo repites mucho, lo conviertes en una realidad. Esto es maravilloso cuando hablas bonito, pero ¿puedes imaginar lo devastador que es cuando hablas negativamente?

Tú, con tus palabras, estás profetizando tu futuro y el futuro de los que te escuchan. Tú, con tus palabras, validas tu futuro y el de los tuyos ¡¡aguas!!

Pon atención e intención a lo que dices, y llena tus palabras de verdad, de gratitud, de bondad y de bendiciones.

No podemos hablarnos con escasez y pretender ser abundantes, no podemos ser constantemente negativos y pretender tener una vida positiva, no podemos hablar desde el desamor y pretender que el amor nos encuentre…

Si tienes una boca pobre, tendrás una vida pobre.

Utiliza un lenguaje positivo y honesto, brutalmente honesto, y con esto no quiero decir ser grosero, ni soltar bombas atómicas escudadas en la bandera de la “libertad de expresión”, me refiero, cuando digo “seamos brutalmente honestos”, a honrar nuestra palabra, a llenarla de verdad, a cumplir lo que prometemos, a crear una coherencia entre nuestra boca y nuestros actos, a darle valor y credibilidad, a cuidar nuestro don más preciado…

No digamos #newnormal cuando estamos haciendo las cosas como antes.
No digamos Certificación Internacional cuando ni es certificación ni es internacional. No digamos “luxury” si no trabajamos productos, servicios, ni mercados del lujo…

No recomendemos diciendo “es lo mejor” o “es lo peor”, ¿cómo lo sabes? ¿en relación a qué? ¿¿¿prospectaste TODO el mercado para afirmar eso???

No categorices en quién es “top” y quién no; ¿en qué te basas?, ¿qué estándares formales definen eso?, ¿tú lo decides?

Dejemos de etiquetar las acciones y a las personas, llamemos a las cosas por su nombre y seamos HONESTOS. Honremos nuestra palabra y nos estaremos honrando a nosotros.

Seamos el cambio que deseamos ver en el mundo y empecemos con la palabra. Yo tengo el don de la palabra, ¿cuál es tu súperpoder?

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