Nos cimbró a todos y fuerte… esta pandemia nos cambió la vida de la noche a la mañana y nos ha hecho escuchar y leer frases como: “borremos el 2020”, “que ya se acabe”, “que no cuente”. En mi opinión, debe ser todo lo contrario: contar, quedarse en la memoria, quedar tatuado en las almas, aprender de la lección.
2020 ha sido un año que, como a todo el mundo, a la industria de las bodas y turismo de romance nos ha dado un fuerte golpe. Y sin embargo nos ha enseñado que nosotros los “planners”, en nuestra manía de tener todo bajo control, hay cosas que no son posibles de domar, pero sí podemos controlar las reacciones, el cómo nos sentimos y sobre todo el cómo resignificamos todo esto que nos está pasando.
Transcurre el día 92 desde el último día que pude celebrar una boda, y mientras escribo estas líneas sigo sin tener certeza absoluta de cuándo podré volver a hacerlo. Y me doy cuenta de que esas cosas que consumían mi vida antes de esta contingencia como lo son el color de las flores, el mobiliario, el menú, la canción, el minuto a minuto, el diseño y la conceptualización de la boda, la celebración en general, carecen de sentido si los novios no pueden estar sin un cubrebocas, si los familiares y amigos no pueden abrazarse sin tener miedo a ser contagiados o contagiar, si la gente no puede estar rodeada de sus seres queridos.
Siempre me he considerado una persona sumamente bendecida y agradecida por todo lo que tengo en mi vida. Y no solo por las cosas buenas, sino sobre todo por las cosas malas que me han dejado grandes lecciones. Creo que de eso (entre muchas cosas) se trata este año.
Esta “pausa” una vez más me enseña lo afortunada que soy por estar en una industria que trabaja con los sueños, las ilusiones y el amor de las personas, que me permite ser testigo de momentos únicos e irrepetibles de parejas que, por el simple hecho de poder celebrar una boda, son inmensamente afortunadas y bendecidas.
Qué equivocados habíamos estado, la “memorabilidad” de las bodas no está en el champagne, en el menú más caro, en las orquídeas, peonias, o en la locación más cara. El gran éxito de las bodas está en celebrar con los seres más queridos, en la dicha que siente la pareja de iniciar una nueva familia con el amor de su vida, con su persona favorita en el mundo.
Estos tiempos nos han mostrado lo fuerte que es esta industria en todo el mundo, lo profesional por el nivel de respuesta y organización cuando nadie tenía ningún precedente y los gobiernos ni siquiera nos volteaban a ver. Nos mostró lo creativos que somos al tener que reinventar nuestros negocios para no perderlo TODO durante la pandemia. Nos dejó claro que en esta industria no hay “rockstars” y que nuestro peor enemigo es el ego. Nos enseñó que no existen las fronteras y que somos uno solo, que debíamos y debemos trabajar en equipo haciendo comunidad siempre.
A título personal, y aunque lamento lo que nos ha significado a todos los tiempos que estamos viviendo, agradezco la oportunidad para inspirarme a ser una mejor persona y profesional; por hacerme sentir aún más comprometida a aportarle algo a esta industria que tanto amo y tanto me ha dado; por invitarme a, junto con muchísima gente, mostrarle al mundo el tipo de industria que somos y lo mucho mejores que podemos ser.
Deseo de todo corazón que más que estos tiempos nos tiren, echen para atrás o detengan, logremos tener la convicción de que nada es para siempre y que pase lo que pase tendremos la fuerza, la creatividad, el compromiso y el entusiasmo de hacer lo que se tenga que hacer salir adelante, mejorar en todo lo que tengamos que mejorar y, juntos, hacer a esta industria triunfar.