whitelab fotografía de bodas

Me sorprende ver algo diferente, siempre. La sensación que te provoca estar frente a una situación completamente disruptiva y sorpresiva no podría definirla. Mi contacto con las bodas, desde el inicio, ha estado marcado por grandes y extraordinarios referentes que, de cierto modo, han sentado un camino de experimentación e imaginación incluso para mí. Y sí, Whitelab ha sido parte de ese fenómeno que, después de algunos años de conocerlos y hasta el día de hoy, no deja de sorprenderme.

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Todas sus tomas, más que recuerdos, parecen juegos que involucran a la mente y todos los sentidos; oportunidades ideales para ver, reconocer e, incluso, proponer interpretaciones en una misma fotografía. Sus memorias son de esas que detienen y que te obligan a poner una pausa, parecen simples… pero no lo son. Después de seis años de hacer fotografía de bodas alternativa y completamente diferente, Whitelab se mantiene con un juego que se acompaña del arte, la cultura y esas parejas que buscan crear magia un click a la vez.

Para evocar la máxima capacidad de asombro solo hace falta conocerlos y entender no solo de dónde vienen, sino qué les gusta, a dónde van y hasta qué ven. El proceso de inspiración de Tania, Jimena y Víctor es impresionante, y por eso no me sorprende verlos en museos, galerías y explorando libros de fotografía que, debo reconocer, muchas veces he querido que sean míos. Pero más allá de lo técnico, el amor también se manifiesta como un motor que los deja conectar, jugar, reír y enamorarse una y mil veces. Esta es la historia de Whitelab.

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Así empezó la magia Whitelab

“Tania y yo estudiamos juntos fotografía en la Activa de Fotografía y Jimena era nuestra maestra”, me cuenta Víctor. Jime se acuerda que, aunque el grupo era bastante grande, ellos se caracterizaron por ser muy buenos, “era muy comprometido y ellos dos luego luego hicieron mancuerna, junto con Rocío que ya no está con nosotros”, dice. Después de todas las dinámicas de equipo en la escuela, ellos tres encontraron su lugar en un mismo sitio. Ya no había que voltear hacia otro lado para practicar, desde ahí la sinergia inició y algo increíble estaría por suceder.

A Víctor le había salido una boda y, de inmediato, pensó en Tania para cubrirla. A partir de ahí, las recomendaciones y las nuevas oportunidades empezaron a llegar y, después de mucho pensarlo, se convencieron en hacer oficial el primer paso de Whitelab. “La verdad es que nunca nos vimos como fotógrafos de boda y cuando estábamos en la escuela no era nuestro objetivo”, dice Víctor. A pesar de la duda y de que la figura del fotógrafo de bodas no tenía la mejor reputación social, el objetivo primordial de Whitelab fue romper con ese esquema.

La fotografía de bodas se mantuvo como un ejercicio paralelo al trabajo diario que ellos hacían. Con cada año se dieron cuenta del crecimiento y aceptación que su propuesta tenía, y ellos mismos se fortalecieron como el gran equipo que son hasta ahora. Practicar, hacer bien su arte y mantenerse como amigos han sido los tres ejes que, hasta el día de hoy, le dan forma a la esencia de Whitelab.

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La definición de un estilo único

“Sí vemos una evolución muy cañona del principio hasta ahora y ha sido gracias al trabajo, pero también a lo que consumimos fuera de foto. Nos gustan cosas muy similares en lo visual y poco a poco se ha ido dando un estilo muy marcado”, dice Tania. Arriesgar es una de las primeras palabras que figuran en su diccionario de trabajo y, por supuesto, la tarea de salir de lo cómodo no solo parece obvio, sino que se refleja en todo el trabajo que hacen.

La percepción de los tres se enriquece gracias a la práctica, sí, pero también a las influencias que cada quien tiene en su trabajo y fuera del esquema de las bodas. “Víctor, por ejemplo, tiene un ojo muy agudo y muy documental. Él en su día a día, en su celular, hace cosas muy interesantes. Yo, por ejemplo, vengo de una escuela mucho más tradicional, de cuidar mucho la foto, de la técnica perfecta. Víctor es lo contrario y se ve en sus imágenes, pero en el buen sentido. Tania tiene un ojo súper cuidado y muy fino. Yo estoy un poco en medio y miro para ambos lados, y eso ha sido la clave”, me cuenta Jimena. Por supuesto, la tarea de Víctor, de forma directa o indirecta, ha sido invitar a jugar y a proponer, siempre crear y reinventar, sin caer en lo formulado, en lo dictado, en aquello que ya se sabe de memoria el mundo entero. Ahí, justo ahí, se esconde el reto y el éxito de Whitelab.

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“Respetar nuestros estilos, lo que nos gusta hacer y lo que nosotros haríamos si nos casáramos. Hacer fotografía que tomaríamos en cualquier instante en el que estuviéramos, incluso fuera de una boda”, dicen. A través de esta fórmula el estilo de Whitelab ha encontrado camino, sin siquiera poner en jaque la mente creativa de Tania, Jimena y Víctor, ¡al contrario! El respeto a sus referentes, a sus gustos y perfiles han hecho que esas mismas imágenes de boda se puedan trasladar a una galería de arte sin perder significado y con una propuesta estética inigualable. Y, por si fuera poco, con cada pareja su visión trasciende y se embellece, siempre con el mismo objetivo de que ninguna boda se vea igual.

“Las bodas tienen una fórmula, y creo que es muy fácil viciarte si no te estás poniendo constantemente un tipo de reto. En ese sentido ayuda mucho que cada uno tenga estilos tan clavados, por lo menos a mí me empezó a empujar mucho el estilo de Víctor que tiene composiciones súper complejas. Llegó un punto en el que me puse un reto de abrir mi mente y empujar el límite, tratando de ver de la forma en que lo hace Víctor”, dice Tania. Ese mismo experimento se ha replicado entre los tres, un ejercicio de voltear a ver lo que hace el otro con el fin de renovarse constantemente, divertirse y no parar de crear en cada boda. Los retos personales son el pan de cada día de Whitelab. Más que ver desde un solo ángulo, su disposición se concentra en crear distintas perspectivas en torno a un mismo objetivo.

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Sin duda alguna, uno de los aspectos más interesantes está en sus clientes. Los tres me cuentan que, con cada uno de los novios, hacen un click brutal y, por lo general, se trata de parejas que tienen un interés evidente en el concepto visual de la boda. Ahí empieza todo. “Normalmente es gente a la que no le gusta que le tomen fotos, por lo que buscan un look muy natural”, dicen. No les gusta posar y, por supuesto, a Whitelab tampoco. “Cuando la gente ve una cámara, automáticamente la actitud cambia y por eso tratamos de mantenernos al margen de la situación y dejar que las cosas sucedan”.

La competencia sana es una parte intrínseca en el trabajo de Whitelab. “Lo que hacemos es que estamos dos tomando fotos al mismo tiempo a los novios, y de pronto nos enseñamos el resultado y nuestra reacción es: ‘¿cómo vio eso?’, y eso nos impulsa a que en la próxima tratemos de buscar ese mismo resultado y superarnos”, dicen. Entre Tania, Jimena y Víctor la vara siempre se mantiene alta y las expectativas igual, y eso ha generado que su trabajo se mantenga interesante y siempre con una propuesta distinta, sin la necesidad de sacrificar el estilo que ya poseen. “Luego vemos las fotos y no sabemos quién las tomó. Es bonito ver cómo el material termina sumando”.

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La cultura como parte de la esencia Whitelab

“Al final todo lo que estimula tus sentidos, incide en la manera en la que tú percibes el mundo”

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Si algo amo de Whitelab es ese sinnúmero de referentes que los acompañan. Nadie se atrevería a ignorar el hecho de que su vida, además de bodas, se cubre con un sinfín de propuestas artísticas que van desde la foto y el cine, hasta la música. Todo eso, lo que son y lo que aprecian, los trasladan a su visión detrás de la lente.

En su historia surgen proyectos, ideas que surgen de la mente de cada uno y que, desde esa visión personal, se lleva a la perspectiva nupcial. Líneas, geometría, gemelos, y hasta los niños son parte de los pequeños conceptos creativos que surgen dentro de una boda. “A los niños nadie los pela en las bodas y nadie quiere que vayan. Yo me la paso increíble con ellos, hacen unas cosas fuera de contexto de una boda. No todo son los novios, tienes emociones, borracheras, amistades, familias que no se ven desde hace tiempo, accidentes y cosas que están fuera de control”, dice Víctor. Todos esos tópicos trascienden y se convierten, casi casi, en objetos de estudio perseguidos por la cámara de los tres. Un elemento más para que esa fotografía de bodas que los distingue sea única en cada momento.

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“Nos empezamos a dar cuenta que dentro de nuestro registro fotográfico empezaba a haber constantes: fotos de niños, de gente fumando, o tomándose selfies. Víctor empezó haciendo retratos documentales dentro de las bodas, enfocándose en los personajes y en cómo se vestían. Ya de ahí supimos que era buena idea hacerlo de forma consciente”, dice Jimena. Lo que suena más interesante, además de la unicidad de cada proyecto, es, como ellos mismos me cuentan, el bagaje que, al cabo de unos 10 a 15 años tendrán para dar testimonio del camino que han recorrido las bodas, sus cambios y transformaciones. Todo lo mejor, lo bueno y lo inesperado en una buena foto.

La versatilidad los hace aún mejores, y es que Whitelab no se cierra a un estilo particular de clientes, sino que apuesta por encontrarse con distintos contextos y panoramas que alimenten la diversidad en sus fotografías. Para este equipo los límites no existen, y si los hay, se sortean con cada click que sale de la cámara. Si algo me queda claro es que, desde su visión, la posibilidad de ser creativos es infinita. Por eso, y por mucho más, las bodas alternativas conviven con una estética increíble, todo bajo la autoría de Tania, Jimena y Víctor.

Y es que la fotografía de bodas no se detiene, y aunque algunos piensen que es un recurso secundario en el desarrollo del gran día, la realidad es que se trata de un regalo que deja testimonio de esa gran celebración. “Es un trabajo que cobra muchísima importancia al cabo del tiempo. Hoy en día, la imagen y las fotos se vuelven menos relevantes, porque hay demasiadas. Creo que en las bodas siguen siendo muy importantes y tienen significado para alguien”, dice Tania.

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Así, con ese grado de familiaridad detrás de la cámara, esa habilidad para conectar con quien se encuentra frente a ella y con la mente maquinando un concepto creativo en cada imagen, Whitelab y esos seis años que llevan como estandarte, y que pintan para ser más, se anima a olvidar lo establecido y dejar de lado la tradición. Su fotografía de bodas es un regalo para quienes, en el amor y en el arte, decidieron acompañar su historia con una propuesta visual que desatara todos los sentidos. Porque al final de eso se trata, de que cada toma narre una historia, y que esa misma trascienda.

¡Conoce el trabajo de Whitelab!

Website: http://whitelab.biz
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