La voz de Ana Lya parece haber sido la elegida para narrar de viva voz los míticos jardines de Monet. El amor por las flores y su sensibilidad tan plena en torno a la naturaleza se hace presente desde el primer segundo, y así, con suavidad y mucha ligereza, describe, habla y se fascina al tocar el tema de su trabajo y de la pasión heredada por sus padres. Todo se torna claro y con un sinfín de colores al conversar con ella y ser testigo de esa inmensa sonrisa que solo es capaz de expresar quien vive día a día su pasión. Hoy, con Lya Studio, y después de 20 años de experiencia, una de las grandes representantes del diseño y la arquitectura floral de las bodas mexicanas me cuenta sobre sus inicios, su fascinación por el color púrpura y esos motores de inspiración que día a día hacen aún más sorprendente su talento.
El inicio de un amor eterno por las flores
Escuchar la historia de Ana Lya es como encontrarse de frente con uno de esos cuentos infantiles plagados de ilustraciones que solo invitan a descubrir otra realidad en sus páginas. Ella me cuenta que creció en Cuernavaca, en una casa rodeada de flores, por lo que cada día era una experiencia total conocer más de cerca aquello que ya era parte de su día a día. “Yo fui una niña de jardín. Siempre estuve rodeada de animales, flores y plantas e involucrada con el exterior. Siento que mi vida siempre estuvo cercana a eso, y eso se ha convertido en algo muy íntimo y muy mío”, dice.
“Mi papá siempre nos enseñó a conocer los árboles, las flores, las plantas”, dice. Desde pequeña, Ana Lya no solo disfrutaba de paseos en familia, sino de la experiencia de conocer los tipos de árboles, sus denominaciones, el crecimiento de las vainas y las formas que adquiría la naturaleza de manera orgánica. Todos los fines de semana se tornaban en caminatas especiales con su padre, quien invitaba a hacer un reconocimiento total de las especies que los rodeaban. “Desde ahí tuve una fijación muy linda hacia las plantas y las flores”, me cuenta.
Después de algunos años, cuando llegó el momento de elegir una carrera, Ana Lya quiso elegir Arquitectura de paisaje; sin embargo aún no existía el grado en México. “Empecé a estudiar arquitectura y pensé en especializarme en paisajismo. Mientras empecé la carrera, mi mamá ya tenía un negocio de flores en el cual inicié como una ayuda a mi casa”, dice. La experiencia iniciaba desde temprano en los mercados mexicanos; ahí, a partir de las tres o cuatro de la mañana, su mamá empezaba a explicarle todo acerca de las flores: sus nombres, denominaciones, características, colores, texturas, contrastes y formas de trabajar con ellas. Quien ahora es una de las mayores exponentes de diseño floral en México aprendió, paso a paso, a marcar la armonía entre esas especies que yacían en sus manos, pero tomaban una forma diferente en su mente.
Al platicar con Ana Lya, me doy cuenta que una de las grandes fuerzas de inspiración y motivación fue su madre en todo momento. A través de sus enseñanzas entendió que los límites eran inexistentes cuando el reto se basaba en transformar espacios y hacer magia con los regalos de la naturaleza. “Ahí le empecé a perder el miedo a las ideas… cuando vi los resultados de lo que decía mi mamá y el enamoramiento por parte de las clientes”, dice.
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Un estilo de vida lleno de color
Ana Lya se dio cuenta del amor tan grande que sentía por la naturaleza y, desde ese momento hasta el día de hoy, puso como objetivo principal dejarse llevar por la imaginación y por la creatividad. “Cuando empecé a involucrarme de esa manera, ya no lo pude dejar… se hizo un modo de vida en todos los aspectos”, dice, y no solo se refiere al hecho de ver terminado un trabajo, sino a la inmensa posibilidad de seguir creando y elevando su capacidad de asombro. Hoy, sus bodas dan testimonio de esta premisa, y a través de toda la estética que sobresale por la manipulación de las flores, ha logrado cautivar con un sinfín de propuestas que no dejan indiferente ¡a nadie!
“Me enamoré del diseño, de la entrega y de esas horas en las que de pronto transformas una carpa y de repente llega a tu mente algo mejor… y lo haces”
La vida de Ana Lya conjuga ideas y la ilusión que le despiertan las novias. “La experiencia con ellas es única, y es que se trata de llegar a su mente, a su corazón, de entender qué les daría ilusión. A mí me encanta descubrirlas, saber qué reflejan, quiénes son”, me cuenta. Sobre esa base de conocimiento, la mente de esta experta empieza a diseñar, proponer y crear un mundo pensado especialmente para ellas, siempre de su mano, siempre con sus ideas.
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“Después de muchos años me empecé a dar cuenta que cada persona pertenece a un color y a una forma, entonces para mí era muy importante descubrir si mi cliente era rosa, rojo, azul, neutro… Después de hacer ese descubrimiento llegaba el momento de saber qué tan orgánica o lineal era”, me cuenta. Este, sin duda, compone una de las ideas más interesantes por parte de Ana Lya, quien se define bajo el color morado y el concepto silvestre u orgánico. Ella apuesta a hacer una búsqueda exhaustiva a través de estos parámetros con el fin de diseñar una boda hecha a la medida de la novia. “Es su boda con mi mano”.
A través de las tonalidades, Ana Lya se ha dado a la tarea de conocer los distintos elementos de la naturaleza. “Con mi primera boda naranja descubrí el fuego. Es importante abrirte a todos los colores, cada uno tiene su propia magia y su propia elegancia”, dice. La experta en flores asegura que no existen tonos más elegantes, sino que la definición de estos términos se inclina hacia el estilo y la forma que tomen estas especies para transformar espacios comunes en verdaderas producciones que inviten a una experiencia para los sentidos.
Ana Lya adora trabajar en jardines y en haciendas, lugares que la han acompañado desde que su mayor sueño de niña era encontrarse con jardines bonitos y escondidos, como si fueran un tesoro por descubrir. Los destinos paradisiacos se convirtieron en su gran motor de inspiración, así como aquellas sorpresas convertidas en flores que, de repente, se transformaban en obras de arte. Al hablar de los delfinios, por ejemplo, Ana se refiere a esta flor como una pintura en óleo, con cientos de detalles que llamaban su atención, tintes de diamantina, contrastes y como un contacto muy cercano con Dios.
“No hago cosas ajenas a la arquitectura. Me gusta que parezca que nacieron ahí las flores.”
Un ejercicio visionario sin límites
El conocimiento con sus clientes se ha convertido en uno de los pilares para magnificar la excelencia de su trabajo. “Me encanta hacerles preguntas a las novias, saber dónde se casan, escribir bien su nombre, y de ahí hacemos un ejercicio de imaginación. Mientras ellas me cuentan lo que desean, yo empiezo a dibujar. Lo que trato de hacer es meterlas a ese dibujo para que empiecen a visualizar dónde van a pisar, qué colores verán y cómo será la decoración”, me cuenta Ana Lya. Todo esto me lo cuenta mientras dibuja con sus dedos sobre el cristal de su mesa. No hay tinta ni colores, pero sí existe la imaginación de esta mente creativa. Incluso así me conquista de inmediato.
Esa entrevista con las novias se basa en la creatividad, sí, pero también en ángulos de visión, tamaños y movimientos… todos los aspectos técnicos para garantizar una producción sin fallas. El ejercicio de imaginación apuesta por involucrar de lleno a las novias para que sean parte, incluso desde antes, de uno de los días más importantes de su vida. Para Ana Lya, las flores en una celebración tan importante como esta son sinónimo de sofisticación, “no las veo como una necesidad en la boda, sino como un placer. Para mí es el reflejo de un sello familiar y un halago… es entender lo que te provoca un espacio con flores y sin flores. Los lugares y las iglesias también deben vestirse de boda, y los espacios deben expresarse como elementos vivos siempre”.
Los estudios de Ana Lya le han permitido tener un conocimiento muy profundo en términos de proporción, armonía de espacios, juegos con distintos planos y estilos que apuestan por llevar la joya de la corona de la decoración a un sitio estratégico (por lo general es la mesa de novios) con el fin de que ese sello sea memorable. Lo demás se basa en hacer un juego con formatos, tamaños y movimientos dinámicos para generar un ambiente extraordinario, siempre dejando que las flores hagan de las suyas para sorprender y maravillar.
“Las flores son seres vivos que te halagan”
Ana Lya es la expresión humana de la trascendencia natural. Con su talento y esa creatividad que no tiene límites, las flores se dejan consentir en sus manos para ser agentes de cambio, de sorpresas y de tendencias que se descubren al momento. Sin reglas y sin mucho protocolo, la mente de esta creativa mexicana deja de manifiesto sus fuentes de inspiración, al tiempo que marca la armonía con el entorno y sus derredores, haciendo que la naturaleza encuentre un nuevo hogar, un nuevo papel estelar. A través de líneas, la forma del espacio, la arquitectura que lleva como parte de su vida y esa ilusión en la realeza, todos los ingredientes se mezclan para hacer maravillas en espacios de ensueño. Todo nace en su mente y cobra vida en sus manos.
Fotos: Eugenio Morales
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